viernes, 23 de septiembre de 2016

Crimen perfecto

Las manos en la espalda, su pipa entre los dientes, Julián Chapars estaba de pie junto al estanque, cuyas aguas reflejaba el cielo gris, y los ramajes melancólicos de los sauces de donde partía el rumor de los pájaros. El reloj pulsera de Chapars señalaba las seis de la mañana. Habiendo cometido su crimen la víspera, a las ocho de la noche Chapars calculaba, diciéndose que era un asesino desde hacía diez horas.
Se oyó decir a sí mismo, casi en voz alta:
-Ya hace diez horas que Fernando es un cadáver….
Lanzo una rápida mirada a su alrededor. Nadie. Encogió los hombros. Sus pensamientos dieron marcha atrás. Volvió a verse en la noche anterior, cuando se encontró en una calle casi desierta al pobre Fernando.
-Hola, primo. ¿Cómo va eso?
Fernando iba a pie, mientras que el manejaba su lujoso automóvil. Fernando se acercó al coche.
-Es una suerte encontrarte, Julián. Hace bastante tiempo que te estás burlando de mi con tus promesas de pago…Acaso piensas que un hombre de trabajo como yo debe ser explotado por holgazanes de tu especie. Pero estás equivocado. Estoy resuelto a pedir el embargo. Aquí tengo tus cheques sin fondo, míralos. Tus letras protestadas, tus cartas, en fin… Y si saque todo esto de mi caja fuerte fue con el fin de entrarlo mañana a primera hora a mi abogado.
La emoción dejo a Julián sin habla, con las manos crispadas en el volante. Se rehízo al fin:
-No vas a hacer eso, Fernando. No los vas a hacer porque dentro de diez horas te pagare hasta el último centésimo. Tengo el dinero en casa. Alquilé una casita por el verano en Atlántida, allí tengo el dinero. Vamos a comer juntos y te pagare todo. Total…estas solo en la ciudad, tu mujer está en el campo, vamos.
-¿Estás seguro de que tienes ese dinero? ¿Todo?
- Si no lo tuviera…vamos, arriba.
-Es asombroso. De ti se puede esperar cualquier sorpresa.
Fernando subió al coche. El viaje transcurrió sin novedades siguiendo la costa. Al fin se detuvo el coche en una carretera aislada, perdida, entre la vegetación. Un camino particular, sin duda.
-Es un lugar encantador- dijo Fernando, amable por la perspectiva de cobrar su dinero.
-Sí, es difícil encontrar nada mejor. Te traje hasta aquí para que veas una propiedad que pienso comprar.
Julián hablaba sin saber lo que decía. Buscaba ganar tiempo. Desde el primer momento, un problema lo preocupaba. ¿Cómo haría para matar a su propio acreedor?
Fue el mismo Fernando quien lo saco de dudas, ingenuamente:
-Fíjate en ese estanque. Si compras un terreno aquí deberías tratar de asegurarte el uso del estanque.
-Ya es mío, o casi. La mitad del estanque me pertenece.
Freno el coche e invito a Fernando a bajar.
-Un momento. Ya que te gusta tanto al pesca, podrás ver piezas magnificas a dos metros de las superficie, entre dos aguas.
Sin ninguna desconfianza, Fernando había seguido a su primo. Se acercó al estanque y recibió un golpe terrible en la nuca que lo desvaneció.
Cinco minutos más tarde el primo acreedor dormía para siempre en el fondo del estanque, lastrado con enormes piedras de más de treinta kilos cada una, bien sujetas por gruesos alambrees robados de un cerco vecino.
Terminada su macabra tarea, Julián llego hasta la casa que había alquilado, a un kilómetro del estanque, los ches sin fondo, las letras protestadas, las cartas, todo había sido convertido en cenizas. Pero había dormido mal y a la madrugada se levantó para revistar el automóvil y examinar el estanque. No tenía ninguna inquietud en realidad. Había procedido sin armas, no había dejado huellas. Su crimen había sido un crimen perfecto. Nadie podía saber que se había encontrado con su primo Fernando. Antes de dar el golpe había observado cuidadosamente los alrededores. Nadie. No, no tenía miedo de nada. Estaba tranquilo. Pero tenía ganas de pasearse, en aquella hermosa mañana. ¿Por qué no ir entonces hasta el borde del estanque? No iba a dejarse impresionar por la teoría que muestra el asesino atraído por el lugar del crimen. No era un asesino común, por otra parte.
Claro que la desaparición de Fernando no pasaría en silencio. Llamaría la atención en la fábrica, avisarían a su mujer, publicarían retratos en los diarios. ¿Y después? A nadie se le ocurriría buscar en el jondo de este estanque abandonado.
A esta idea, el asesino no pudo menos que reírse-
Era necesario que los criminales corrientes fuera muy brutos para dejarse atrapar en la mayoría de los casos. Preparaban largamente sus crímenes, median las probabilidades, trataban de preverlo todo… ¿Resultado? Permitían que fuera encontrado el cadáver y terminaba en la guillotina. Mientras que él, Julián Chapars, no corría ningún peligro, absolutamente ninguno.
Volvió a reírse alegremente. Pero su risa se cortó de golpe.
-¿Qué tal, señor Chapars? Está contento esta mañana ¿Eh?
El asesino se gira y se encuentra cara a cara con Fermín, el guardabosque del señor Sandoval, dueño del estanque.
-¿Lindo día, eh?- comenta el guardián
-Sí, bastante…
Haciendo un esfuerzo, Julián llego a dominar sus nervios. Su temor no tenía ningún sentido. No había ningún peligro para él. Aquél encuentro era completamente natural. Preguntó:
-¿Cuánto se cobra, don Fermín, por permiso de pesca en este estanque?
-Cinco pesos. ¿Es aficionado a la pesca, señor Chapars?
-Y…podría empezar…
-Lo malo es que este año no sacara gran cosa del estanque.
-¿Por qué?
Fermín se pone a reír:
-Pues porque no habrá nada.
-No entiendo lo que quiere decirme…
Fermín levanta su bastón y señala hacia el camino. Julián vio un camino que se acercaba en dirección al estanque…
-¿Cómo?...
-Pero si. Cada tres años el señor SANDOVAL MANDA A VACIAR EL ESTANQUE. Eso se hace muy pronto. El agua pasa hacia aquel arroyuelo. Los pozos se secan mediante bombas aspiradoras. Va a ver cuánto pescado se saca. Canastos y canastos. Esta tarde estará aquí todo el pueblo; venga usted también, es muy interesante.
El asesino vio detenerse el camión. Los obreros bajaron, descargando su material. Un sudor frío bañaba el cuerpo de Chapars. Balbuceó:
-¿Cree usted que los policías estarán ya en funciones a esta hora?
Y luego de oír la respuesta afirmativa del guardabosque que no entendía el porqué de la pregunta, el asesino se puso en marcha hacia su castigo.


Juan Carlos Onetti.




1-¿ Cuál es la causa por la que Julian quiere matar a su primo?
2-¿ Cuál es el error que comete Julian en su " crimen perfecto?
3-Completa las siguientes frases:
Julian Chapars decide matar a su primo Fernando porque...
El asesino considera que su crimen es perfecto porque...
También cree que nadie encontrará el cuerpo de su primo porque...
4-Menciona las pistas que permiten resolver el caso.
5-Escribe una reseña del cuento, para ello deberás utilizar subjetivemas, es decir adjetivos calificativos, sustantivos y verbos que intenten convencer a la lectura de este cuento.
¿ Qué es una reseña? Una breve escritura en la que ofreces información de un libro leído y expresas tu opinión.
¿ Cómo hacerla?
Colocar:
Título:
Autor:
Género:
Sintesis del argumento ( de que se trata)
Tu opinión ( aquí deberás utilizar: adjetivos, verbos y sustantivos) los cuales te ayudarán a poder calificarla.
Realiza dicha reseña con un compañero utilizando tu notebook. El programa a utilizar: publisher. Aporta imágenes para hacerla más gráfica. Puedes puntuarla colocándole estrellas de acuerdo a tu agrado. De 1 a cinco estrellas.
Imprime el documento para presentarlo el día acordado en el aula

Asesinato en las pistas de esquí

Aún en los pequeños enigmas se pueden encontrar las características propias del relato policial.
Reconózcanlas en esta historia. Y...¡ Resuelvan el misterio!

   "Un abogado de La Rioja y su esposa fueron a pasar las vacaciones a Suiza. Mientras esquiaban en los Alpes, la mujer cayó por un precipicio y murió. De vuelta en La Rioja, un empleado de la línea aérea leyó la noticia acerca del accidente e inmediatamente llamó a la policía. El abogado fue arrestado y enjuiciado por asesinato.
    El empleado no conocía al abogado ni a su mujer. Nada que hubiese visto u oído le hizo entrar en sospechas hasta que leyó en el diario el suceso. ¿ Por qué llamó a la policía?"

Martín Gardener.
Acertijos divertidos y sorprendentes. Buenos Aires, juegos & Co./Zugarto Ediciones, 1994.




Respuesta correcta:El empleado de la compañía aérea sabía que el hombre compró solo un pasaje de regreso

1-Ahora que ya sabes que ha ocurrido.Relata un cuento policial basado en este acertijo.
2-Título sugeridos: 
Vacaciones de invierno.
Un viaje inesperado.
Nieve y misterio.
El empleado, el abogado y su esposa.
Misterio en la nieve
3- El detective que devele el misterio deberá ser tu personaje creado.

Jaque mate en dos jugadas.


Jaque mate en dos jugadas- Isaac Aisemberg


Yo lo envenené. En dos horas quedaba liberado. Dejé a mi tío Néstor a las veintidós. Lo hice con alegría. Me ardían las mejillas. Me quemaban los labios. Luego me serené y eché a caminar tranquilamente por la avenida en dirección al puerto.
Me sentía contento. Liberado. Hasta Guillermo resultaba socio beneficiario en el asunto. ¡Pobre Guillermo! ¡Tan tímido, tan mojigato! Era evidente que yo debía pensar y obrar por ambos. Siempre sucedió así. Desde el día en que nuestro tío nos llevó a su casa. Nos encontramos perdidos en su palacio. Era un lugar seco, sin amor. Únicamente el sonido metálico de las monedas.
-Tenéis que acostumbraros al ahorro, a no malgastar. ¡Al fin y al cabo, algún día será vuestro!- bramaba. Y nos acostumbramos a esperarlo.
Pero ese famoso y deseado día se postergaba, pese a que tío sufría del corazón. Y si de pequeños nos tiranizó, cuando crecimos colmó la medida.
Guillermo se enamoró un buen día. A nuestro tío no le agradó la muchacha. No era lo que ambicionaba para su sobrino.
-Le falta cuna..., le falta roce..., ¡puaf! Es una ordinaria –sentenció.
Inútil fue que Guillermo se prodigara en encontrarle méritos. El viejo era terco y caprichoso.
Conmigo tenía otra suerte de problemas. Era un carácter contra otro. Se empeñó en doctorarme en bioquímica. ¿Resultado? Un perito en póquer y en carreras de caballos. Mi tío para esos vicios no me daba ni un centavo. Debí exprimir la inventiva para birlarle algún peso.
Uno de los recursos era aguantarle sus interminables partidas de ajedrez; entonces cedía cuando le aventajaba para darle ínfulas, pero él, en cambio, cuando estaba en posición favorable alargaba el final, anotando las jugadas con displicencia, sabiendo de mi prisa por disparar al club, Gozaba con mi infortunio saboreando su coñac.
Un día me dijo con aire de perdonavidas:
-Observo que te aplicas en el ajedrez. Eso me demuestra dos cosas: que eres inteligente y un perfecto holgazán. Sin embargo, tu dedicación tendrá su premio. Soy justo. Pero eso sí, a falta de diplomas, de hoy en adelante tendré de ti bonitas anotaciones de las partidas. Sí, muchacho, llevaremos sendas libretas con las jugadas para cotejarlas. ¿Qué te parece?
Aquello podría resultar un par de cientos de pesos, y acepté. Desde entonces, todas las noches, la estadística. Estaba tan arraigada la manía en él, que en mi ausencia comentaba las partidas con Julio, el mayordomo.
Ahora todo había concluido. Cuando uno se encuentra en un callejón sin salida, el cerebro trabaja, busca, rebusca, escarba. Y encuentra. Siempre hay salida para todo. No siempre es buena. Pero es salida.
Llegaba a la Costanera. Era una noche húmeda. En el cielo nublado, alguna chispa eléctrica. El calorcillo mojaba las manos, resecaba la boca.
En la esquina, un policía me encabritó el corazón.
El veneno, ¿cómo se llamaba? Aconitina. Varias gotitas en el coñac mientras conversábamos. Mi tío esa noche estaba encantador. Me perdonó la partida.
Haré un solitario –dijo-. Despaché a los sirvientes... ¡Hum! Quiero estar tranquilo. Después leeré un buen libro. Algo que los jóvenes no entienden... Puedes irte.
-Gracias, tío. Hoy realmente es... sábado.
-Comprendo.
¡Demonios! El hombre comprendía. La clarividencia del condenado.
El veneno surtía un efecto lento, a la hora, o más, según el sujeto. Hasta seis u ocho horas. Justamente durante el sueño. El resultado: la apariencia de un pacífico ataque cardíaco, sin huellas comprometedoras. Lo que yo necesitaba. ¿Y quién sospecharía? El doctor Vega no tendría inconveniente en suscribir el certificado de defunción. No en balde era el médico de cabecera. ¿Y si me descubrían? Imposible. Nadie me había visto entrar en el gabinete de química. Había comenzado con general beneplácito a asistir a la Facultad desde varios meses atrás, con ese deliberado propósito. De verificarse el veneno faltante, jamás lo asociarían con la muerte de Néstor Alvarez, fallecido de un sincope cardíaco. ¡Encontrar unos miligramos de veneno en setenta y cinco kilos, imposible!
Pero, ¿y Guillermo? Sí. Guillermo era un problema, Lo hallé en el hall después de preparar la “encomienda” para el infierno. Descendía la escalera, preocupado.
-¿Qué te pasa? –le pregunté jovial, y le hubiera agregado de mil amores: “¡Si supieras, hombre!”.
-¡Estoy harto!– me replicó.
-¡Vamos!– le palmoteé la espalda- Siempre está dispuesto a la tragedia...
-Es que el viejo me enloquece. Últimamente, desde que volviste a la Facultad y le llevas la corriente con el ajedrez, se la toma conmigo. Y Matilde...
-¿Qué sucede con Matilde?
-Matilde me lanzó un ultimátum: o ella, o tío.
-Opta por ella. Es fácil elegir. Es lo que yo haría...
-¿Y lo otro?
-Me miró desesperado. Con brillo demoníaco en las pupilas; pero el pobre tonto jamás buscaría el medio de resolver su problema.
-Yo lo haría –siguió entre dientes-; pero, ¿con qué viviríamos? Ya sabes como es el viejo... Duro, implacable. ¡Me cortaría los víveres!
-Tal vez las cosas se arreglen de otra manera... –insinué bromeando- ¡Quién te dice!
-¡Bah!... –sus labios se curvaron con una mueca amarga- No hay escapatoria. Pero yo hablaré con el viejo sátiro. ¿Dónde está ahora?
Me asusté. Si el veneno resultaba rápido... Al notar los primeros síntomas podría ser auxiliado y...
-Está en la biblioteca –exclamé-; pero déjalo en paz. Acaba de jugar la partida de ajedrez, y despachó a la servidumbre. ¡El lobo quiere estar solo en la madriguera! Consuélate en un cine o en un bar.
Se encogió de hombros.
-El lobo en la madriguera... –repitió. Pensó unos segundos y agregó, aliviado-: Lo veré en otro momento. Después de todo...
-Después de todo, no te animarías, ¿verdad? –gruñí salvajemente.
Me clavó la mirada. Por un momento centelleó, pero fue un relámpago.
Miré el reloj: las once y diez de la noche.
Ya comenzaría a surtir efecto. Primero un leve malestar, nada más. Después un dolorcillo agudo, pero nunca demasiado alarmante. Mi tío refunfuñaba una maldición para la cocinera. El pescado indigesto. ¡Que poca cosa es todo! Debía de estar leyendo los diarios de la noche, los últimos. Y después, el libro, como gran epílogo. Sentía frío.
Las baldosas se estiraban en rombos. El río era una mancha sucia cerca del paredón. A lo lejos luces verdes, rojas, blancas. Los automóviles se deslizaban chapoteando en el asfalto.
Decidí regresar, por temor a llamar la atención. Nuevamente por la avenida hasta Leandro N. Alem. Por allí a Plaza de Mayo. El reloj me volvió a la realidad. Las once y treinta y seis. Si el veneno era eficaz, ya estaría todo listo. Ya sería dueño de millones. Ya sería libre... ya sería asesino.
Por primera vez pensé en el adjetivo substantivándolo. Yo, sujeto, ¡asesino! Las rodillas me flaquearon. Un rubor me azotó el cuello, subió a las mejillas, me quemó las orejas, martilló mis sienes. Las manos transpiraban. El frasquito de aconitina en el bolsillo llegó a pesarme una tonelada. Busqué en los bolsillos rabiosamente hasta dar con él. Era un insignificante cuenta gotas y contenía la muerte; lo arrojé lejos.
Avenida de Mayo. Choqué con varios transeúntes. Pensarían en un beodo. Pero en lugar de alcohol, sangre.
Yo, asesino. Esto sería un secreto entre mi tío Néstor y mi conciencia. Un escozor dentro, punzante. Recordé la descripción del tratadista: “En la lengua, sensación de hormigueo y embotamiento, que se inicia en el punto de contacto para extenderse a toda la lengua, a la cara y a todo el cuerpo”.
Entré en un bar. Un tocadiscos atronaba con un viejo rag-time. Un recuerdo que se despierta, vive un instante y muere como una falena. “En el esófago y en el estómago, sensación de ardor intenso”. Millones. Billetes de mil, de quinientos, de cien. Póquer. Carreras. Viajes... “Sensación de angustia, de muerte próxima, enfriamiento profundo generalizado, trastornos sensoriales, debilidad muscular, contracturas, impotencia de los músculos”.
Habría quedado solo. En el palacio. Con sus escaleras de mármol. Frente al tablero de ajedrez. Allí el rey, y la dama, y la torre negra. Jaque mate.
El mozo se aproximó. Debió sorprender mi mueca de extravío, mis músculos en tensión, listos para saltar.
-¿Señor?
-Un coñac...
-Un coñac... –repitió el mozo-. Bien, señor –y se alejó.
Por la vidriera la caravana que pasa, la misma de siempre. El tictac del reloj cubría todos los rumores. Hasta los de mi corazón. La una. Bebí el coñac de un trago.
“Como fenómeno circulatorio, hay alteración del pulso e hipertensión que se derivan de la acción sobre el órgano central, llegando, en su estado más avanzado, al síncope cardíaco...” Eso es. El síncope cardíaco. La válvula de escape.
A las dos y treinta de la mañana regresé a casa. Al principio no lo advertí. Hasta que me cerró el paso. Era un agente de policía. Me asusté.
-¿El señor Claudio Álvarez?
-Sí, señor... –respondí humildemente.
-Pase usted... –indicó, franqueándome la entrada.
-¿Qué hace usted aquí? –me animé a farfullar.
-Dentro tendrá la explicación –fue la respuesta, seca, torpona.
En el hall, cerca de la escalera, varios individuos de uniforme se habían adueñado del palacio. ¿Guillermo? Guillermo no estaba presente.
Julio, el mayordomo, amarillo, espectral, trató de hablarme. Uno de los uniformados, canoso, adusto, el jefe del grupo por lo visto, le selló los labios con un gesto. Avanzó hacia mí, y me inspeccionó como a un cobayo.
-Usted es el mayor de los sobrinos, ¿verdad?
-Sí, señor... –murmuré.
-Lamento decírselo, señor. Su tío ha muerto... asesinado –anunció mi interlocutor. La voz era calma, grave-. Yo soy el inspector Villegas, y estoy a cargo de la investigación. ¿Quiere acompañarme a la otra sala?
-¡Dios mío! –articulé anonadado-. ¡Es inaudito!
Las palabras sonaron a huecas, a hipócritas. (¡Ese dichoso veneno dejaba huellas! ¿Pero cómo...cómo?).
-¿Puedo... puedo verlo? –pregunté
-Por el momento, no. Además, quiero que me conteste algunas preguntas.
-Como usted disponga... –accedí azorado.
-Lo seguí a la biblioteca vecina. Tras él se deslizaron suavemente dos acólitos. El inspector Villegas me indicó un sillón y se sentó en otro. Encendió con parsimonia un cigarrillo y con evidente grosería no me ofreció ninguno.
-Usted es el sobrino... Claudio –Pareció que repetía una lección aprendida de memoria.
-Sí, señor.
-Pues bien: explíquenos que hizo esta noche.
Yo también repetí una letanía.
-Cenamos los tres, juntos como siempre. Guillermo se retiró a su habitación. Quedamos mi tío y yo charlando un rato; pasamos a la biblioteca. Después jugamos nuestra habitual partida de ajedrez; me despedí de mi tío y salí. En el vestíbulo me topé con Guillermo que descendía por las escaleras rumbo a la calle. Cambiamos unas palabras y me fui.
-Y ahora regresa...
-Sí...
-¿Y los criados?
-Mi tío deseaba quedarse solo. Los despachó después de cenar. A veces le acometían esas y otras manías.
-Lo que usted manifiesta concuerda en gran parte con la declaración del mayordomo. Cuando éste regresó, hizo un recorrido por el edificio. Notó la puerta de la biblioteca entornada y luz adentro. Entró. Allí halló a su tío frente a un tablero de ajedrez, muerto. La partida interrumpida... De manera que jugaron la partidita, ¿eh?
Algo dentro de mí comenzó a botar como una pelota contra las paredes del frontón. Una sensación de zozobra, de angustia, me recorría con la velocidad de un buscapiés. En cualquier momento estallaría la pólvora. ¡Los consabidos solitarios de mi tío!
-Sí, señor... –admití.
No podía desdecirme. Eso también se lo había dicho a Guillermo. Y probablemente Guillermo al inspector Villegas. Porque mi hermano debía estar en alguna parte. El sistema de la policía: aislarnos, dejarnos solos, inertes, indefensos, para pillarnos.
-Tengo entendido que ustedes llevaban un registro de las jugadas. Para establecer los detalles en su orden, ¿quiere mostrarme su libreta de apuntes, señor Álvarez?
Me hundía en el cieno.
-¿Apuntes?
Sí, hombre –el policía era implacable-, deseo verla, como es de imaginar. Debo verificarlo todo, amigo; lo dicho y lo hecho por usted. Si jugaron como siempre...
Comencé a tartamudear.
-Es que... –Y después de un tirón-: ¡Claro que jugamos como siempre!
Las lágrimas comenzaron a quemarme los ojos. Miedo. Un miedo espantoso. Como debió sentirlo tío Néstor cuando aquella “sensación de angustia... de muerte próxima..., enfriamiento profundo, generalizado... Algo me taladraba el cráneo. Me empujaban. El silencio era absoluto, pétreo. Los otros también estaban callados. Dos ojos, seis ojos, ocho ojos, mil ojos. ¡Oh, que angustia!
Me tenían... me tenían... Jugaban con mi desesperación... Se divertían con mi culpa...
De pronto el inspector gruñó:
-¿Y?
Una sola letra, ¡pero tanto!
-¿Y?– repitió- Usted fue el último que lo vio con vida. Y además, muerto. El señor Álvarez no hizo anotación alguna esta vez, señor mío.
No sé por qué me puse de pie. Tieso. Elevé mis brazos, los estiré. Me estrujé las manos, clavándome las uñas, y al final chillé con voz que no era la mía:
-¡Basta! Si lo saben, ¿para qué lo preguntan? ¡Yo lo maté! ¡Yo lo maté! ¿Y qué hay? ¡Lo odiaba con toda mi alma! ¡Estaba cansado de su despotismo! ¡Lo maté! ¡Lo maté!
El inspector no lo tomó tan a la tremenda.
-¡Cielos!– dijo -Se produjo más pronto de lo que yo esperaba. Ya que se le soltó la lengua, ¿dónde está el revolver?
-¿Qué revolver?
El inspector Villegas no se inmutó. Respondió imperturbable.
-¡Vamos, no se haga el tonto ahora! ¡El revólver! ¿O ha olvidado que lo liquidó de un tiro? ¡Un tiro en la mitad del frontal, compañero! ¡Qué puntería!

1-¿ Por qué Claudio decide matar a su tío?¿ Qué opinión tenía de su tío?
2-¿ Cuáles fueron los pasos para envenenarlo?
3-¿ Qué relación existe entre el título del cuento y este juego?
4-¿ Quién crees que le disparó al tío Guillermo o el mayordomo? ¿ Por qué piensas eso?

5-Escribe una carta en la que Guillermo se adjudique el crimen  y explique cómo y por qué lo hizo.

Accidente en la carretera

El señor Fernández conducía por la carretera con su hijo sentado en el asiento delantero. El camino estaba helado. Al girar en una curva, el coche resbaló y chocó contra un poste telefónico. EL señor Fernández resultó ileso, pero al niño se le quebraron varias costillas.
Una ambulancia lo trasladó al hospital más cercano. Entró en camilla a la sala de operaciones. Cuando todo estuvo listo, quien iba a operarlo lo miró y dijo: " No puedo operarlo; es mi hijo"
¿ Cómo puede ser?

Martín Gardener.
Acertijos divertidos y sorprendentes. Buenos Aires, juego & Co./Zugarto Ediciones, 1994.

Comparte este acertijo con alguien de tu familia, piensen juntos la respuesta. No hagas trampa, no continúes leyendo. Date unos minutos para releerlo y pensar la solución.
¿ Pudieron hallar la respuesta?
¿ Quién podría ser la persona qué debía operarlo?


Observa la imagen.
Respuesta: Claro!! Era su madre. 

El primer caso de tu detective

A continuación tendrás que escribir el primer caso que deberá resolver tu detective.
1-Lee la siguiente noticia y resuelve las consignas:

Noticias de Buenos Aires, 10 de octubre de 2005
Extraño caso en Recoleta
UN ANCIANO MURIÓ Y SU ESPOSA ESTÁ GRAVE
En extrañas circunstancias, un comerciante fue encontrado muerto en su domicilio. Su esposa, con evidentes signos de intoxicación, fue trasladada al hospital, inconsciente.

    El cuerpo sin vida del comerciante fue hallado ayer a la mañana por un plomero que llegó a la vivienda del matrimonio para continuar con unos trabajos de reparación. Según el plomero, cuando tocó el timbre lo recibió la mujer, muy débil, y le avisó que el esposo había fallecido. Inmediatamente llamó a la policía.
    Los vecinos aseguran que la pareja vivía sola (su única hija reside en Villa Gesell) y que anteanoche cenó con una psicóloga amiga, quien aún no fue localizada. También se busca a un abogado, quien le alquila al matrimonio el piso superior, para establecer si escuchó algo fuera de lo común.
    La policía llegó al lugar y encontró la casa desordenada. El desorden podría deberse a un robo. Sin embargo la puerta de ingreso a la casa no fue forzada, por lo que se sospecha que el matrimonio conocía a los agresores.
Los primeros análisis de laboratorio indican que la comida encontrada sobre la mesa del comedor estaba envenenada.
   Tampoco se descartó la hipótesis de que los delincuentes comunes hayan ingresado en el domicilio aprovechando la llegada de la psicóloga. Pero si fue así, ¿por qué ella no realizó la denuncia? Todavía se investiga si faltan objetos de valor en la vivienda.


2- La noticia informa sobre un crimen sin resolver y da algunos elementos para escribir un cuento policial.

¿ Cuál es el delito?
¿El lugar del crimen?
¿ Cuándo ocurrió?

3- Analizando presuntos sospechosos. ¿ Qué motivos podrían tener...
El plomero
La hija
Un ladrón
La psicóloga
El abogado

4- Elije al sospechoso cuyo motivo te parezca más interesante y plantea como llevó a cabo  el envenenamiento.

5-Ahora, comienza a relatar el cuento policial. Podría comenzar así:

   Una denuncia llegó a la comisaría la mañana del 9 de octubre último. Elegí a mi mejor colaborador y partimos hacia el lugar del hecho. Lo que había ocurrido era que....
   Los testimonios recogidos indicaban que los sospechosos eran...
   Según lo que pude averiguar, cada uno de ellos tenía un motivo para haber cometido el crimen. El plomero...
   Evidentemente la clave estaba en la comida.
Los análisis de laboratorio determinaron que estaba envenenada. Pero me preguntaba cómo había llegado a la casa de los ancianos. Entonces algo llamó mi atención....
   Después de este descubrimiento, todo estuvo claro para mi. Lo que había sucedido era lo siguiente...

Tu propio detective



1-Observa el video.
Así como Poe, Chesterton, Conan Doyle, entre otros, crearon sus personajes.
2-Ahora es tu turno para crear tu propio detective, el mismo deberá tener una descripción física y de características de su personalidad. Recuerda que debe ser alguien muy observador, reflexivo.
3-Piensa en su vestimenta. Su nombre. Algún elemento que utilice en sus investigaciones.
4-También debes crear un personaje que auspicie de ayudante.
5-Haz un dibujo de ambos.
Todo será presentado en una galería de personajes a fin de año en la muestra del proyecto final.
Aquí hay algunos objetos que puedes tener en cuenta como herramienta que utilice tu detective.

Payachorros roban un banco de Lomas del Mirador

Ingresa en el enlace. Lee la noticia.


1-Tomando como argumento la noticia leída redacta un cuento policial en el cual cuente el móvil de los hechos y el momento en que ocurrió el robo, así también  narra que ocurrió finalmente con los delincuentes.

2-Recuerda que el relato debe constar de:
Inicio o Introducción
Conflicto
Desenlace
3-Coloca un título original.


Descubre el acertijo

En un hotel de la costa, una mujer salió corriendo de la oficina del gerente para tomar un largo trago de agua en la fuente de la recepción. Unos pocos minutos después volvió a salir para tomar otro trago. Esta vez un hombre la siguió.
Detrás de la fuente había un espejo. Cuando la mujer levantó la cabeza vio al hombre que, detrás de ella, levantaba la mano empuñando un cuchillo. La mujer gritó.
El hombre bajó el cuchillo, y luego ambos se rieron. ¿ Qué estaba pasando?
 Martín Gardener
Acertijos divertidos y sorprendentes. Buenos Aires, juego & Co./ Zugarto Ediciones 1994.

Para pensar la respuesta, te sugerimos que mires el siguiente video, encontrarás la respuesta en uno de los acertijos. Suerte!!


¿Pudiste resolver el acertijo? Vuelve a leerlo si es necesario...
¿Ahora encontraste la respuesta?
Claro, la mujer tenía hipo. Su jefe estaba tratando de curarla dándole un susto.


Hermanos y detectives.


Observa el capítulo de hermanos y detectives. EL profesor Fontán.
Relata brevemente el argumento del episodio 1.
Realiza una descripción física y de personalidad de  Lorenzo, incluye su edad y el parentesco con Montero.
Del mismo modo haz con Montero.Descripción física y de personalidad.
¿ Cuál es el móvil del asesino?
¿ Cuál es la primera hipótesis acerca de la muerte?
El pequeño Lorenzo aporta una nueva hipótesis. ¿ Cuál es? ¿ Cuál es el indicio que lo lleva a Lorenzo a una nueva hipótesis?
Al visitar la casa de la víctima, el pequeño descubre nuevas pistas. ¿ Cuáles son?
¿ Qué actitud toma el asesino frente a la posibilidad de ser descubierto?
¿ Cuál es la  pista que sigue Montero frente a la cual no le quedan dudas de lo que realmente ocurrió?

Persecución en Londres

¿ Dónde se desarrolla la historia?
¿ Por qué el inspector persigue al ladrón?
¿ Qué es lo que no le permiten al inspector, pero sí hace el ladrón?
¿ Cómo logra atrapar al ladrón? ¿Cómo es escoltado el inspector hasta Roma?
En equipos de no más de cuatro personas. Elaboren una historieta con el episodio visto.
Divide una hoja en algunos cuadros que utilizarás para hacer los dibujos y colocar los globos con el diálogo.
Fecha de entrega: mediados de noviembre. Semana del 14 al 18

¿ De qué se trata este género?

El género policial nace a mediados del siglo XIX, época en la que se modernizan los métodos de investigación y aumenta la circulación de los periódicos . Esto permite conocer con más facilidad las noticias, crónicas sobre casos de delincuencia. En esos años, el escritor norteamericano Edgar Allan Poe escribe tres cuentos ( La carta robada, Los crímenes de la calle Morgue y el misterio de Marie Roget)  que son considerados fundadores de este género porque son el modelo de ñas reglas que lo caracterizan:

  • Un misterio por resolver.
  • Indicios o pistas que señalan erróneamente a un culpable.
  • Un investigador aficionado que resuelve el misterio mediante una observación rigurosa y un análisis lógico de las pistas.
  • Una solución necesaria y asombrosa, pero jamás sobrenatural.

En las novelas o cuentos policiales se desarrollan dos historias:
la del delito y la de la investigación. Esta ultima es la principal y esta protagonizada por el detective. Este personaje permite al lector , gracias a su investigación, conocer el hecho delictivo, que al comienzo del relato es un enigma.
El detective, protagonista de los relatos policiales clásicos o de enigma, es un intelectual que resuelve complicados casos gracias a su capacidad para observar detalladamente la escena del crimen, capaz de descifrar los indicios.
De acuerdo con el tipo de detective y con el modo que se presenta el delito el policial puede ser:
POLICIAL INGLES, CLÁSICO O ENIGMA:

  • surge a mediados del siglo XIX en Estados Unidos con Edgar A Poe., pero los autores más importantes son: Conan Doyle y  Chesterton.
  • Se evita la violencia.
  • El detective es un defensor de la ley que colabora con la policía por amor a la justicia.
  • El delito esta separado de motivación social.

POLICIAL DURO O NEGRO.

  • Surge en Estados unidos alrededor de 1940.
  • Con frecuencia hay violencia física y verbal.
  • El detective es un profesional que trabaja por una paga.
  • El delito pone de manifiesto un problema social.

AMBIENTE:  los espacios son generalmente cerrados, aunque no siempre, además son descritos minuciosamente ya que aportan indicios para hallar al culpable.



Ahora que sabes un poco más del tema, junto a un compañero,  investiga acerca de los siguientes autores:
  • EDGAR ALLAN POE
  • ARTHUR CONAN DOYLE
  • GILBERT K.CHESTERTON
  • AGATHA CRISTIE

1-¿ Qué detectives conocidos por los lectores de este género crearon estos autores?
2- Escribe la información encontrada en tu carpeta, la compartiremos en clase.

La pesquisa de don Frutos- policial argentino-

La pesquisa de don Frutos
Autor: Velmiro Ayala Gauna
Don Frutos Gómez, el comisario de Capibara-Cué, entró a su desmantelada oficina haciendo sonar las espuelas, saludó cordialmente a sus subalternos y se acomodó en una vieja silla de paja, cerca de la puerta a esperar el mate que uno de los agentes empezó a cebar con pachorrienta solicitud.
Cuando tuvo el recipiente en sus manos, aspiró con fruición por la bombilla y gustó el áspero sabor del brebaje en silenciosa deleitación.

―Ta güenazo… ―dijo dirigiéndose al agente―; vo no servirás pa melico porque so más lerdo que tatú-carreta, pero pa cebar los verdes sos de mi flor…
―No me halaguée, comesario, que no soy denguna china… respondió el soldado íntimamente complacido.
Al recibir el segundo mate lo tendió cordial hacia el oficial sumariante que leía con toda atención, junto a la única y desvencijada mesa del recinto.
―¿Gusta un amargo?
―Gracias… ―respondió el otro―. Sólo tomo dulce.
―Aquí sólo toman dulces las mujeres… ―terció el cabo Leiva con completo olvido de la disciplina.
―Cuando quiera su opinión se la solicitaré ―respondió fríamente el sumariante.
―Ta bien, mi ufisial ―respondió el cabo y continuó perezosamente apoyado contra el marco de la puerta.
Luis Arzásola, que hacía cinco días apenas que había llegado de la capital correntina a hacerse cargo de su puesto, en ese abandonado pueblecito, se revolvió molesto en su asiento, conteniendo a duras penas sus deseos de sacar carpiendo al insolente, pero don Frutos regía a sus subordinados con paternal condescendencia sin reparar en graduaciones y no quería saber de más reglamentos que su omnímoda voluntad.
Cuando él ya, en ese breve tiempo, le hubo expuesto en repetidas ocasiones sus quejas por lo que consideraba excesiva confianza o indisciplina del personal, sólo obtuvo como única respuesta:
―No se haga mala sangre m΄hijo… No lo hacen con mala intención sino de bruto que son nomá… Ya se irá acostumbrando con el tiempo.
Para olvidar su disgusto siguió leyendo en su preciado libro de Psicología y efectuando apuntes en un cuaderno que tenía a su lado, pero la mesa, que tenía una pata más corta que la otra, se inclinaba hacia un costado y hacía peligrar la estabilidad del tintero, que se iba corriendo lentamente y amenazaba terminar en el suelo. Para evitarlo tomó un diario, lo dobló repetidas veces y lo colocó para nivelar el mueble, debajo del sostén defectuoso. Luego siguió con la lectura interrumpida.
―¿Qué pa está aprendiendo, che oficial? ―preguntó el agente mientras esperaba el mate de manos del comisario.
―Psicología.
―¿Y eso pa qué sirve?
―Para conocer a la gente. Es la ciencia del conocimiento del alma humana.
El milico recibió el mate, meditó unos segundos y concluyó sentenciosamente:
―Pa mi ver eso no se estudea en lo libro. Pa conocer a la gente hay…
Vaciló un momento y afirmó:
―…hay que estudear a la gente.
Después se acercó al brasero que ardía en un rincón y empezó a llenar la calabaza cuidando que el agua no se derramara y que formara una espuma consistente.
En eso estaban cuando Aniceto, el mozo de la carnicería, entró espantado.
―¡Don Frutos!… ¡Don Frutos!…
―¿Qué te ocurre, hombre? ―contestó el aludido y empezó a levantarse.
―Al tuerto Méndez…
―¿Sí?
―Lo han achurao sin asco… Ricién cuando le jui a llevar un matambre que había encargado ayer, dentré a su rancho y ¡ánima bendita santa! lo encontré tendido n΄el suelo, boca abajo y lleno ΄e sangre…
―¿Seguro pa que estaba muerto, chamigo?
―Seguro nicó don Frutos. Duro, frío y hasta medio jediendo con la calor que hace.
―Güeno, gracias, Aniceto. Andate nomá.
―¡Hasta luego, don Frutos!
―¡Hasta luego, Aniceto! ―respondió el funcionario y volvió a sentarse cómodamente.
El oficial, que había dejado el libro, se plantó frente a su superior.
―¿Qué pa le pasa, m΄hijo?
―¿No vamos al lugar del hecho, comisario?
―Sí, enseguidita.
―Pero… ¡es que hay un muerto, señor!
―¿Y qué?… ―contestó el viejo ya con absoluta familiaridad―. ¿Acaso tené miedo que se dispare?… Dejame que tome cuatro o cinco matecitos más, o de no, se me van a desteñir las tripas.
Cuando, después de una buena media hora, arribaron al rancho de las afueras donde había ocurrido el suceso, ya el oficial había redactado in mente el informe que elevaría a las autoridades sobre la inoperancia del comisario, sus arbitrarios procedimientos y su inhabilidad para el cargo. Creía que era llegada la ocasión propicia para su particular lucimiento y para apabullar con sus mayores conocimientos los métodos simples y arcaicos del funcionario campesino. Lo único que lamentaba era haber olvidado en la ciudad una poderosa lupa, que le hubiera servido de maravilloso auxiliar para la búsqueda de huellas.
Apenas a unos pasos de la puerta estaba el extinto de bruces contra el suelo.
―¡Andá! ―ordenó el comisario al cabo Leiva―. Abrí bien la ventana pa que dentre la luz.
Éste lo hizo así y el resplandeciente sol tropical entró a raudales en la reducida habitación.
Don Frutos se inclinó sobre el cadáver y observó en la espalda las marcas sangrientas de tres puñaladas que teñían de rojo la negra blusa del caído.
―Forastero… ―gruñó.
Luego buscó un palito y lo introdujo en las heridas. Finalmente lo dejó en una de ellas y aseveró:
―Gringo.
Se irguió buscando algo con la mirada y, al no encontrarlo, dijo al cabo:
―Andá, sacale laj rienda al rosillo qu΄es mansito y traémelas…
Cuando al cabo de un momento las tuvo en sus manos, midió con una distancia de los pies del difunto hasta la herida y luego, transportándola sobre el cuerpo de Leiva, alzó un brazo y lo bajó. No quedó satisfecho, al parecer, y, poniéndose en puntas de pie, repitió la operación.
―¡Ajá! ―dijo―. Es más alto que yo, debe medir un metro y ochenta má o meno.
Inmediatamente se volvió al cabo y lo interrogó:
―¿Estuvo ayer el Tuerto en las carreras?
―Sí, pero él pasó la tarde jugando a la taba.
―¿Y le jue bien?
―¡Y de no! ¡Si era como nu hay otra pa clavarla ΄e güelta y media! ¡Dios lo tenga en su santa gloria!… Ganó una ponchada de pesos. Al capatá΄e la estancia, a ese que le dicen Mister, lo dejó sin nada y hasta le ganó tres esterlinas que tenía ΄e recuerdo; el Ñato Cáceres perdió ochenta pesos y el anillo ΄e compromiso…
―Güeno, revisalo a ver si le encontrás la plata…
El cabo obedeció. Dio vueltas al cadáver y le metió las manos en los bolsillos, hurgó en su amplio cinturón y le tanteó las ropas.
―Ni un vainte, comesario.
―A ver… Vamoj a buscar en la pieza, puede que lo haiga escuendido.
―Pero, comisario ―saltó impaciente el oficial―. Así van a borrar todas las huellas del culpable.
―¿Qué güellas, m΄hijo?
―Las impresiones dactilares…
―Acá no usamo d΄eso, m΄hijo… Tuito lo hacemo a lo que te criaste nomá…
Y ayudado por el cabo y el agente, empezó a buscar en cajones, debajo del colchón y en cuanto posible escondite imaginaron.
Arzásola, entretanto, seguía acumulando elementos con criterio científico, pero se encontraba un poco desconcertado. En la ciudad, sobre un piso encerado, un cabello puede ser un indicio valioso, pero en el sucio piso de tierra de un rancho hay miles de cosas mezcladas con el polvo; cabellos, recortes de uñas, llaves de lata de sardina, botones, semillas, huesecillos, etcétera. Desorientado y después de haber llenado sus bolsillos con los objetos más heterogéneos que encontró a su paso, dirigió en otro sentido sus investigaciones. Junto a la puerta y cerca de la ventana encontró una serie de pisadas y, entre ellas, la huella casi perfecta de un pie.
―¡Comisario! ―gritó―. Hay que buscar un poco de yeso…
―¿Pa qué, m΄hijo?
―Para sacarle el molde a esta pisada. El asesino estuvo parado aquí y dejó su marca.
―¿Y pa qué va a servir el molde?
―Porque gracias a una ciencia que se llama Antropometría ―respondió despectivamente y como dando una lección―, de esa huella se puede deducir la talla de su dueño y otros datos…
―No te aflijás por eso. El creminal es un gringo, má o meno una cuarta más alto que yo y dejuro que ha d΄estar entre la peonada ΄e la estancia ΄e los ingleses…
―¡Pero!… ―se asombró el oficial.
―Ya te explicaré más tarde, m΄hijo. Toy siguro qu΄el tipo estuvo en la cancha ΄e taba y vido cómo el Tuerto se llenaba ΄e plata, dispué se adelantó y lo estuvo esperando n΄el rancho. Quedó un rato vichando el camino, desde la ventana se puso detrá ΄e la puerta. Cuando el pobre dentró l΄encajó una puñalada y en seguida do más cuando lo vido caído.
―Así es, don Fruto… ―asintió el cabo―. Se ve clarito por las pisadas.
―Al verlo muerto le revisó loj bolsillo, le sacó tuitas las ganancias y se jue… Pero, ya loj vamoj a agarrar sin la Jometría esa que decís.
En seguida, dirigiéndose al agente que lo acompañaba, ordenó:
―Andate a lo del carnicero y decile que te dea un cuero ΄e vaca y te emprieste ΄l carro. Lo traés al Aniceto pa que te ayude, lo envuelven al finao, lo cargan y lo llevan a enterrar… El pobre no tiene a naides que lo llore. Cuando venga el Pai Marcelo pa la Navidá le haremos decir una misa…
―Ta bien, comesario.
Inmediatamente se volvió al oficial y al cabo Leiva y les dijo:
―Aura vamoj pa l΄estancia… Si me hace qu΄el infiel que ha hecho esta fechoría debe d΄estar allí…
La estancia de los ingleses se encontraba más o menos a media legua del pueblo. Además del habitual personal de servicio y peones, había en ella unas dos docenas de obreros trabajando en la ampliación de unas alas del edificio.
Interiorizado el administrador del propósito que los llevaba hizo reunir, frente a una de las galerías, a todo el personal. Hombres de todas clases y con los más diversos atavíos se encontraban allí. Algunos con el torso desnudo brillante de sudor porque el sol ya empezaba a hacerse sentir, otros en camiseta, blusas, camisas de colores chillones, un inglés con breeches, un español con boina, un italiano con saco de pana, etc.
―Poné a un lado a los gringos y a loj otros dejalos dir ―dijo don Frutos al oficial, después de pasar su mirada por el grupo, y se sentó con el dueño de casa a saborear un vaso de whisky.
Arzásola, a su vez, transmitió la orden:
―Los extranjeros que avancen dos pasos al frente.
Una decena de hombres se destacó de la masa.
El oficial, entonces, dirigiéndose a los otros, exclamó:
―Ustedes pueden retirarse.
Correntinos, misioneros, formoseños y de algunas otras provincias del norte se alejaron murmurando entre dientes o contentos de verse libres de la curiosidad policial.
De pronto el cabo Leiva se adelantó hacia un mocetón de pelo hirsuto y tez cobriza que había quedado con los demás.
―¿Y vo, Gorgonio, qué hacés aquí?
―L΄ofisial dijo nicó que se quedásemo lo estranjero, pué.
―¡Qué pa a ser estranjero vo! Usté so paraguallo como yo, chamigo. Estranjero son lo gringo, lo de las Uropas… ¡Andá de acá y no quedrás darte corte!
Y así diciendo lo sacó a empellones de la fila.
Don Frutos, entonces, se acercó a los restantes y después de observarlos, dijo:
―Lo do petiso ΄e la esquina y ese otro ΄e boina… váyanse nomá…
Frente a él quedaron el inglés, un par de italianos, algunos españoles y un polaco.
―A ver… ―continuó―. Muestren la cartera o plata que tengan…
En las callosas manos aparecieron carteras grasientas o pesos arrugados.
El inglés sin inmutarse, advirtió:
―Mi no tener una moneda.
Al oírlo, Arzásola se acercó a don Frutos y le dijo suavemente:
―Está mintiendo, me parece. Debe ser él y seguro ha escondido lo robado. Lo habrá hecho para recobrar sus esterlinas.
―No ―le respondió el superior―. Ese no puede ser… Mirale los pieses…
El inglés permanecía firme y estático, mientras los otros, inquietos, se asentaban, ora sobre un pie, ora sobre el otro.
―¿Ves, m΄hijo?… El mister puede estar mucho tiempo sin moverse mientras el que estuvo allá dejó el suelo como pisadero p΄hacer lagrillos.
Se acercó a los hombres silenciosos y les revisó el dinero sin decir palabra.
Se retiró unos pasos atrás y dijo al oficial:
―El polaco, el italiano pelo ΄e choclo y lo doj gallego no han estado en la tabeada.
―¿Cómo lo puede asegurar?
―¿No viste que la plata d΄esos estaba limpia y lisa? La de esoj otro estaba arrugada y sucia ΄e tierra. Cuando podás observar una partidita vaj a ver como los tabeadores estrujan los billetes, loj hacen bollitos, los dueblan y loj sostienen entre lo dedo, loj tiran al suelo, loj pisan, loj arrugan, etc. Uno de eso do debe ser. Se acercó de nuevo a la fila y, pasándose el pañuelo por la cara, dijo:
―¿Ta apretando la calor, no?
Miró al italiano de saco de pana y le aconsejó paternal:
―Ponete cómodo… Sacate el saco.
―Estoy bien, gracias.
―Sacate el saco te he dicho ―ordenó, y luego siguió con tono protector―: Te va a embromar la calor si no lo hacés…
A regañadientes obedeció el otro.
Apenas lo hubo hecho, cuando don Frutos ordenó al cabo:
―¡Metelo preso! Éste es el criminal…
Dando un rugido de rabia, el indicado llevó la mano a la cintura y la sacó empuñando un pequeño y agudo cuchillo, pero el cabo, con rapidez felina, se lanzó sobre él y lo encerró entre sus fuertes brazos, mientras el oficial, prendiéndosele de la mano, se la retorció hasta hacerle caer el arma. En seguida, ayudado por los otros peones, le ataron las manos a la espalda y lo arrojaron sobre un carro que le facilitó el administrador para llevarlo al pueblo. Don Frutos recogió el saco, lo estrujó poco a poco como buscando algo y, luego, con el mismo cuchillo del detenido lo descosió a la altura del hombro y allí, entre el relleno, encontró escondidas las monedas de oro y el anillo. Después volvió a la mesa a terminar el whisky y agradecer al dueño de casa su colaboración, terminado lo cual la comisión montó a caballo y emprendió el regreso.
Una vez que el preso quedó bien seguro en el calabozo, el comisario y el oficial se acomodaron en la oficina.
Arzásola, impaciente, preguntó:
―Perdón, comisario, ¿pero cómo hizo para descubrir al asesino?
―Muy fácil m΄hijo… Apenas vi laj herida del muerto supe qu΄el culpable era forastero.
―¿Por qué?
―Porque las heridas eran pequeñas y aquí naides usa cuchillo que no tenga, por lo menos, unos treinta centímetros ΄e hoja. Aquí el cuchillo es un instrumento ΄e trabajo y sirve pa carnear, pa cortar yuyos, pa abrir picadas n΄el monte y ande clave deja un aujero como pa mirar al otro lao y no unoj ojalito como loj que tenía el Tuerto. Dispué cuando le metí el palito adentro supe, por la posición, qu΄el golpe había venido de arriba p΄abajo y me dije: Gringo…
―Cierto, yo lo oí… ¿pero cómo pudo saberlo?
―¡Pero m΄hijo! porque el criollo agarra ΄l cuchillo ΄e otra manera y ensarta de abajo p΄arriba como pa levantarlo n΄el aire, pues.
―¡Ah!
―Dispué medí la distancia de los pieses a l΄herida y la marqué ΄en l΄espalda ΄l cabo, alcé el brazo y lo bajé, pero daba más abajo. Entonces me puse en punta ΄e pie y me dio maj omeno. Por eso supe qu΄el asesino era como cuatro dedos más alto que yo y como mi medida, asigún la papeleta es uno y setenta, le calculé uno y ochenta.
―Sí, pero, ¿cómo adivinó que había escondido las monedas y el anillo en el saco?
―Porque con la calor que hacía no se lo sacaba d΄encima. Pensé que debía ΄e tener algo ΄e valor pa cuidarlo tanto y má me convencí cuando empezó a sacárselo y le vi la camiseta pegada ΄l cuerpo por el sudor…
El agente entró con el mate y don Frutos se lo alargó al oficial.
―Servite m΄hijo. Aquí vaj a tener que aprender a tomarlo cimarrón.
Arzásola lo aceptó y dijo:
―Creo que voy a tener que aprender eso y otras cosas más.
Lo vació de tres o cuatro enérgicos sorbos y lo devolvió al milico, luego como la mesa empezaba a tambalearse nuevamente, tomó el libro de psicología y lo puso debajo de la pata renga.
¿ Qué métodos utiliza don Frutos para llevar adelante su investigación?
¿ Qué métodos científicos posee Arzásola? 
Haz una comparación entre el método de don Frutos y el de Arzásola. ¿ Cuál crees tiene más experiencia? ¿ Cuál pareciera estar mejor preparado? ¿ Por qué?
¿ Cuál de los dos personajes descubre el enigma?
¿Cambia la visión de Arzásola hacia el comisario don Frutos? Justifica tu respuesta con algun fragmento del cuento?
Escriben en lengua estándar cada una de estas expresiones extraídas del cuento:
haiga-tuito-dentró-dea-emprieste-quedrás-pieses-asegún-
En una hoja de word realiza una descripción de don Frutos, según hayas entendido al leer el cuento.
Imagina que haz sido convocado para diseñar la tapa del cuento. Para ello deberás hacer un dibujo de lo más representativo para vos de la narración. Busca en la biblioteca de la escuela libros de este género y de otros, observa que datos, información, gráficos y dibujos aportan. Luego diseña la tapa de este cuento.Puedes utilizar una hoja de dibujo Nº 5, color blanca.
Presentar: el día vienes 28 de octubre de 2016.

Una herencia peligrosa.


Aquella madrugada, la joven mujer se desplomó en la cama, había viajado varias horas desde México a Estados Unidos, trayendo en su maleta una importante herencia de su tía ya fallecida.Sin embargo no podía conciliar el sueño, como si algo le dijera que no le convenía dormirse.
A mitad de la noche escuchó pasos en su dormitorio, abrió los ojos con cierto temor, todo estaba oscuro a su alrededor y el silencio era rotundo. Pensó que sólo era producto de su imaginación así que no atinó a levantarse, sino que se cubrió con el acolchado de terciopelo y decidió continuar con su descanso, pero esta vez sintió un escalofrío en su cuerpo, le pareció que los pasos se hacían más fuertes.Con gran temor, se incorporó en su lecho, no quiso encender la luz, abrió el cajón de su mesa de noche buscando el arma que solía tener para defenderse, sin embrago no la encontró.
Asustada se levantó y con pasos sigilosos caminó hasta la puerta del dormitorio y allí vio lo peor.
Un hombre de mediana estatura estaba revisando su equipaje, parecía tener un arma. Desesperada se escondió en el armario, con tanta mala suerte que se tropezó con una silla que estaba a mitad de camino.
El individuo en la otra sala, al escuchar el ruido, supo que la mujer estaba despierta. Entró en el cuarto, revisó el lugar hasta hallar a la mujer escondida. 
Las últimas palabras de la muchacha fueron: ¡No merezco la muerte! ¡No vale la pena!Escúcheme...

A la mañana siguiente el inspector Pipa González estaba trabajando en el caso, la mujer había sido encontrada muerta en el viejo armario del hotel, la habían apuñalado. En su mano una nota del asesino que decía: Estuve detrás de ella por ocho años, por fin pude vengarme...

Continúa con el relato. Puedes tener en cuenta algunas frases tales como:

  • El asesino era un conocido de su tía muerta-
  • La mujer había matado a su tía para quedarse con la herencia.
  • En su maleta solo había un papel escrito con la leyenda:  No merezco la muerte. No vale la pena.
  • Se trataba de Sandra Paredes, una joven huérfana que había asesinado a su única pariente para quedarse con la herencia.
  • Lamentablemente la tía no tenía dinero para dejarle. Y suponiendo que algún día esto le sucedería dejó escrita una carta.
  • El hombre dejó una pista que le costaría caro...
  • Pipa González encontró huellas digitales en la cerradura.
  • EL detective González contaba con un perro que encontró un pañuelo del asesino.
  • Jhonn Smith confesó el homicidio.
  • Reveló el contenido de la carta.
  • Puedes utilizar algunas de estas frases para develar el misterio.
  • ¿ Cómo habrá hecho Pipa González para resolver el caso?